ENCUENTRO DOLOROSO MANISES

Los primeros penitentes empiezan a mover, los capirotes verdes acompasan su movimiento al son del tambor. En orden riguroso, solemne, precedidos de su Estandarte con el rostro del Cristo de las Misericordias, los hermanos de la Esperanza van dejando atrás la Plaza de la Iglesia, encaminándose por la calle Mayor, hacia la calle Obispo Soler. Los hermanos de la Soledad formados están, el color negro inunda el templo, es el color solemne, el de las grandes ocasiones, es el negro elegante de una celebración sino única si peculiar. Nuestra Señora de la Soledad, regia, cercana, en el pasillo de la Iglesia elevada por sus catorce portadores, observando como a un gesto del hermano canastilla van colocándose el capuchón sus cofrades, cogiendo una posición que ya no abandonaran hasta que vuelvan a entrar en la misma Iglesia. Se oye una corneta, es la indicación que la Hermandad va a salir, suenan los tambores y el veterano Estandarte de la Hermandad inicia la Procesión, le siguen los estandartes marianos, la banda de cornetas y tambores, los hermanos de la Soledad y la Virgen, con sus portadores, las camareras de la Virgen y en la Plaza espera la Banda de Música, que interpreta el Himno Nacional anunciando que la Soledad está de nuevo en la calle, va a recorrer Manises, para anunciar a todos que su Hijo está sufriendo y va a morir para salvarnos a todos. Con paso firme y ordenado, la Virgen de la Soledad encara la calle Mayor, se oyen los sones de “Caridad del Guadalquivir”, la música empuja a los portadores y la Virgen va firme y segura.
A su vez los tambores de la Flagelación y el Sepulcro dan a entender que la otra procesión ya marcha, se oye las notas de la Saeta, la música de los versos de Machado “Quien me presta una escalera, para subir al madero, a quitarle los clavos, a Jesús el Nazareno. La Saeta el Cantar al Cristo de los Gitanos, siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar......” y sale a la plaza de la Iglesia la imagen de Jesús del Gran Poder, precedido por la Cruz Guía de la Soledad, mostrando un magnifico porte, con sus voluntariosos portadores, con la carga de la cruz, de una cruz que somos todos, que apoya sobre sus hombros y sin vacilar tira adelante, es el Gran Poder dicen unos, es el Nazareno, es el Gran Llover, el que todo lo puede, al que estamos rogando y rezando, al que le contamos nuestras penas y al que le agradecemos nuestras alegrías, es el Cristo que ampara a todos los hermanos de la Soledad, el que bajamos con esfuerzo y subimos con dificultad, al que llevamos con sudor y cansancio, es el Cristo que centra nuestras historias y anécdotas junto a la Soledad.


FRANCISCO GIMENO MIÑANA
No hay comentarios:
Publicar un comentario