ENCUENTRO DOLOROSO MANISES
El reloj de la Iglesia de San Juan Bautista marca las nueve y cuarto de la noche, de un día no cualquiera, es Miércoles Santo. El invierno ya lejano, la primavera que se respira, el leve recuerdo de las hojas secas ante la visión de árboles frondosos, el vestir de los maniseros propio del calendario, son testimonios de que empieza todo un ritual, una ceremonia popular, una liturgia callejera, una tradición que año tras año se repite para hacer posible el Encuentro Doloroso entre Nuestra Señora de la Soledad y Nuestro Padre Jesús del Gran Poder.
Los primeros penitentes empiezan a mover, los capirotes verdes acompasan su movimiento al son del tambor. En orden riguroso, solemne, precedidos de su Estandarte con el rostro del Cristo de las Misericordias, los hermanos de la Esperanza van dejando atrás la Plaza de la Iglesia, encaminándose por la calle Mayor, hacia la calle Obispo Soler. Los hermanos de la Soledad formados están, el color negro inunda el templo, es el color solemne, el de las grandes ocasiones, es el negro elegante de una celebración sino única si peculiar. Nuestra Señora de la Soledad, regia, cercana, en el pasillo de la Iglesia elevada por sus catorce portadores, observando como a un gesto del hermano canastilla van colocándose el capuchón sus cofrades, cogiendo una posición que ya no abandonaran hasta que vuelvan a entrar en la misma Iglesia. Se oye una corneta, es la indicación que la Hermandad va a salir, suenan los tambores y el veterano Estandarte de la Hermandad inicia la Procesión, le siguen los estandartes marianos, la banda de cornetas y tambores, los hermanos de la Soledad y la Virgen, con sus portadores, las camareras de la Virgen y en la Plaza espera la Banda de Música, que interpreta el Himno Nacional anunciando que la Soledad está de nuevo en la calle, va a recorrer Manises, para anunciar a todos que su Hijo está sufriendo y va a morir para salvarnos a todos. Con paso firme y ordenado, la Virgen de la Soledad encara la calle Mayor, se oyen los sones de “Caridad del Guadalquivir”, la música empuja a los portadores y la Virgen va firme y segura.
A su vez los tambores de la Flagelación y el Sepulcro dan a entender que la otra procesión ya marcha, se oye las notas de la Saeta, la música de los versos de Machado “Quien me presta una escalera, para subir al madero, a quitarle los clavos, a Jesús el Nazareno. La Saeta el Cantar al Cristo de los Gitanos, siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar......” y sale a la plaza de la Iglesia la imagen de Jesús del Gran Poder, precedido por la Cruz Guía de la Soledad, mostrando un magnifico porte, con sus voluntariosos portadores, con la carga de la cruz, de una cruz que somos todos, que apoya sobre sus hombros y sin vacilar tira adelante, es el Gran Poder dicen unos, es el Nazareno, es el Gran Llover, el que todo lo puede, al que estamos rogando y rezando, al que le contamos nuestras penas y al que le agradecemos nuestras alegrías, es el Cristo que ampara a todos los hermanos de la Soledad, el que bajamos con esfuerzo y subimos con dificultad, al que llevamos con sudor y cansancio, es el Cristo que centra nuestras historias y anécdotas junto a la Soledad.
Y de esta forma los dos séquitos recorren la cuna de la cerámica para encontrarse delante del Ayuntamiento. Parón forzoso, el dolor le impide caminar a Maria, la amargura de ver como sufre su Hijo hace que los portadores suspendan la marcha, cuantas madres maniseras se estarán viendo reflejadas en este instante, cuantas mujeres estarán haciendo suyo ese dolor en ese momento. Sin ayuda y sin fuerzas, aunque exhausto por el esfuerzo inhumano, el Gran Poder aún tiene aliento para consolar a su Madre, que gran ejemplo para todos, para los hermanos de la Soledad, para los hermanos de la Esperanza, para los cofrades del Santo Sepulcro y para los miembros de la Flagelación, que le acompañan y desde la pequeñez e impotencia quieren que el Gran Poder haga su trayecto sintiendo el amor y Fe en El y en su mensaje. De repente, dos voces rompen el silencio del momento. Que bella lectura, una voz masculina, otra femenina, y la Virgen de la Soledad comienza a acercarse, la corneta toca silencio e impone que en tan crucial instante no haya mas protagonistas que Maria y su Hijo Jesús, el corneta colorado por el esfuerzo, imbuido de la emoción acaba sus notas para que un gran estruendo anuncie que se han encontrado en el camino del Golgota y ver la reverencia de la Soledad ante el Gran Poder, que como Rey que es es elevado por encima de todos.
En ese momento................ las cuatro hermandades juntas, como siempre han ido, vuelven a marchar por las calles del centro histórico, recorriendo aquellas vías que vieron nacer nuestra Semana Santa Manisera, saboreando la Manises de siempre, la que guarda la esencia de sus gentes. Rojos, morados, verdes y negros en armónica formación acompañan al Gran Poder y a la Soledad en ese camino final, que volverá a tener gran emoción cuando el Nazareno entrando de cara a la Plaza de la Iglesia se despida de su Madre que ve como se le va el Hijo y llama a todos los maniseros a que ayuden a Maria, la acompañen y la consuelen.
FRANCISCO GIMENO MIÑANA